Este próximo sábado debería haber tenido lugar en el pub Shamrock un concierto en el que participaban 3 bandas de música. Debería porque finalmente y por decisión administrativa del Ayunt...amiento no se ha autorizado al tener lugar un sábado (la lógica que sostiene esta decisión se nos escapa).
No es necesario detenerse en los perjuicios evidentes que esto ha causado para los grupos participantes y para el local: trabajo, tiempo y dinero perdido. Para los potenciales asistentes al concierto una alternativa menos a la que poder dedicar su tiempo de ocio en una ciudad donde este tipo de alternativas no abundan precisamente. El conocimiento de estos hechos nos ha llevado a reflexionar sobre lo kafkiano de algunas situaciones cercanas.
El comienzo del relato no puede ser más cotidiano: Un establecimiento hostelero ubicado en Torrelavega y que cumple todas las exigencias legales para su funcionamiento decide albergar un concierto de música, a partir de aquí empiezan a manifestarse los elementos que nos llevan a la interrogación y la extrañeza. Para poder organizar dicho concierto los responsables del establecimiento deben desplazarse a la Consejería de Gobernación en Santander y previo pago de unas tasas que oscilan entre los 52 y 55 euros solicitar la autorización para el evento.
De cumplirse los requisitos administrativos, dicha autorización es posteriormente remitida al Ayuntamiento de Torrelavega que debe confirmarla o rechazarla (aquí tenemos que introducir en la ecuación el silencio administrativo por tardanza en la respuesta u otros motivos). En caso de que la autorización de la Consejería no sea refrendada por Ayuntamiento el primer perjuicio consiste en la pérdida del dinero pagado por las tasas administrativas, los demás perjuicios para grupos, público y oferta cultural de la ciudad se explican por si mismos.
Llega ahora el momento de las preguntas:
¿Es tan difícil conseguir que los trámites para la organización de este u otro de tipo de eventos en locales que tienen acreditado el cumplimiento de las exigencias de apertura y funcionamiento se realicen en el Ayuntamiento de la propia ciudad?
¿Es excesivo pedir que se centralicen en aquella concejalía o concejalías que por vinculación administrativa o por la debida sensibilidad social hacia las actividades culturales tienen una mayor cercanía a la cuestión?
¿Es descabellado reivindicar que se faciliten los trámites para que dentro de la normativa municipal respecto al aforo, horarios y ruido, para que los locales de hostelería puedan programar conciertos u otro tipo de actividades culturales que facilitan un doble retorno social y económico?
Estas cuestiones ya han comenzado a plantearse en municipios cercanos y a nivel europeo podemos encontrar numerosos ejemplos de otra sensibilidad a la hora de abordar estas situaciones (véase el caso británico o irlandés) A nosotr@s se nos ocurren algunas respuestas de sentido común que como ya se sabe es a veces el menos común de los sentidos. Os invitamos a extraer vuestras propias conclusiones y al mismo tiempo os hacemos partícipes de las nuestras:
¿Hasta cuándo vamos a convivir con la desertización cultural de una ciudad que en tiempos no muy lejanos brilló por la significativa cantidad de actividades culturales que fuera del ámbito institucional surgían en sus calles?
Para dar la vuelta a esta situación estamos intentando aportar nuestro modesto esfuerzo. Esperamos que aquellos/as que disponen de los resortes institucionales para modificar esta situación tengan la suficiente sensibilidad social para obrar en consecuencia.
CST. Torrelavega, Octubre de 2013.
No es necesario detenerse en los perjuicios evidentes que esto ha causado para los grupos participantes y para el local: trabajo, tiempo y dinero perdido. Para los potenciales asistentes al concierto una alternativa menos a la que poder dedicar su tiempo de ocio en una ciudad donde este tipo de alternativas no abundan precisamente. El conocimiento de estos hechos nos ha llevado a reflexionar sobre lo kafkiano de algunas situaciones cercanas.
El comienzo del relato no puede ser más cotidiano: Un establecimiento hostelero ubicado en Torrelavega y que cumple todas las exigencias legales para su funcionamiento decide albergar un concierto de música, a partir de aquí empiezan a manifestarse los elementos que nos llevan a la interrogación y la extrañeza. Para poder organizar dicho concierto los responsables del establecimiento deben desplazarse a la Consejería de Gobernación en Santander y previo pago de unas tasas que oscilan entre los 52 y 55 euros solicitar la autorización para el evento.
De cumplirse los requisitos administrativos, dicha autorización es posteriormente remitida al Ayuntamiento de Torrelavega que debe confirmarla o rechazarla (aquí tenemos que introducir en la ecuación el silencio administrativo por tardanza en la respuesta u otros motivos). En caso de que la autorización de la Consejería no sea refrendada por Ayuntamiento el primer perjuicio consiste en la pérdida del dinero pagado por las tasas administrativas, los demás perjuicios para grupos, público y oferta cultural de la ciudad se explican por si mismos.
Llega ahora el momento de las preguntas:
¿Es tan difícil conseguir que los trámites para la organización de este u otro de tipo de eventos en locales que tienen acreditado el cumplimiento de las exigencias de apertura y funcionamiento se realicen en el Ayuntamiento de la propia ciudad?
¿Es excesivo pedir que se centralicen en aquella concejalía o concejalías que por vinculación administrativa o por la debida sensibilidad social hacia las actividades culturales tienen una mayor cercanía a la cuestión?
¿Es descabellado reivindicar que se faciliten los trámites para que dentro de la normativa municipal respecto al aforo, horarios y ruido, para que los locales de hostelería puedan programar conciertos u otro tipo de actividades culturales que facilitan un doble retorno social y económico?
Estas cuestiones ya han comenzado a plantearse en municipios cercanos y a nivel europeo podemos encontrar numerosos ejemplos de otra sensibilidad a la hora de abordar estas situaciones (véase el caso británico o irlandés) A nosotr@s se nos ocurren algunas respuestas de sentido común que como ya se sabe es a veces el menos común de los sentidos. Os invitamos a extraer vuestras propias conclusiones y al mismo tiempo os hacemos partícipes de las nuestras:
¿Hasta cuándo vamos a convivir con la desertización cultural de una ciudad que en tiempos no muy lejanos brilló por la significativa cantidad de actividades culturales que fuera del ámbito institucional surgían en sus calles?
Para dar la vuelta a esta situación estamos intentando aportar nuestro modesto esfuerzo. Esperamos que aquellos/as que disponen de los resortes institucionales para modificar esta situación tengan la suficiente sensibilidad social para obrar en consecuencia.
CST. Torrelavega, Octubre de 2013.
